Confesiones…

Si es que llevo unos días intentando encajar la historia con el sevillano en el blog sin dar (más) pistas (aún) sobre (una parte de) mi vida o lo que hago con ella, que es cosa mía y a nadie interesa… o mejor, que paso de contar y punto pelota, y me es casi imposible relatarlo porque tengo que recrear (tomar el original, hacer un refrito, cambiar tiempos y lugares) un montón de cosas y me queda todo como si fuera una escena de cine…

Este finde me plantearé como hacerlo, porque la historia tiene otros comienzos (el beso de la estación es real, conste), pero todo surgió de sopetón, sin buscarlo ni nada (yo aún flipo), y no he querido ser muy explícito porque hay alguien al que no quiero herir, al que le tengo un cariño enorme y con el que las circunstancias se torcieron con esas cosas tan mundanas de las distancias y otros demonios del Averno… Eso se unió a mis momentos de reposo en Valladolid… y estoy pensando que qué de cosas me guardo para mi, ¿no? No puede ser que confiese haber tenido un novio alcohólico que me maltrataba psicológicamente (asín me he quedao) y que luego ande yo con paños calientes para cosas menos trágicas…

Bueno, que yo creo que me decidiré a contarlo desde el principio porque, si no, cuando me pasen cosas como la que me ha pasado hoy, no podré desahogarme en condiciones… ¿Que qué me ha pasado hoy? Pues intensidades que sólo ZIH me aguanta después de que le cuelgue el móvil cuando me dice cosas horribles, ¡jajaja! Pero eso es harina de otro costal y será contado la próxima semana.

Besos, que hace mucho que no os los doy por aquí. Y hablando de desnudarse...